martes, 21 de noviembre de 2017

Death Parade (Spoilers)

El otro día escribí una entrada sobre obras que trascienden a la suma de sus partes y consiguen destacar sobre la media por algún aspecto concreto. Son algunos casos raros de valorar porque quizá ante un análisis rigurosos no lograrían alcanzar el aprobado pero tienen algo especial que las eleva. Death Parade estuvo a punto de entrar en ese grupo pero no lo hizo.

Un tiempo atrás vi un vídeo de Mark Brown (si no recuerdo mal) donde se arrepentía de no haber sabido valorar un juego en uno de sus análisis porque no le llegó al corazón y decidió realizar un análisis más ''tradicional''. Más tarde probó otro videojuego de características similares en cuanto a jugabilidad y se dio cuenta de que su valoración anterior había sido errónea porque este tipo de juegos exigen otro tipo de perspectiva.
Es complicado saber exactamente qué requiere una obra de nosotros, sobre todo porque el arte es subjetivo y se sujeta a la interpretación de cada uno. Sí que es cierto que cada arte tiene una idiosincrasia y un lenguaje y en base a esto se puede juzgar hasta cierto punto. Por ejemplo en un videojuego se puede hablar de mecánicas, en la literatura de la prosa -refiriéndome a la forma de escribir- y en el cine de otros muchos aspectos como la interpretación de los actores, la ambientación, etc. Pero el arte no se limita y muchas veces suprimen alguno de estos elementos. Por ejemplo muchos videojuegos optan últimamente por suprimir el modo campaña en algunos títulos, elemento que hasta ahora se consideraba casi indispensable sobre todo en títulos de videoconsolas. O incluso suprimir la jugabilidad casi en su totalidad en pos de contar una historia y sumergir al jugador por completo en la trama -no estoy defendiendo esta práctica-.

De todas formas yo no estoy hablando de estas prácticas heterodoxas, para charlar sobre Death Parade tampoco hace falta recurrir a extremos o abrir un debate. Podría utilizar el ejemplo de Un monstruo viene a verme y Bayona. Mientras estaba en el cine no dejaba de pensar que el guión había tirado por topicazos y le faltaba profundidad al metraje. Estaba seguro de que se trataba de un drama bastante pobre donde las personas se tienen que morir de cáncer para dar pena o les tienen que caer un tsunami encima. Viniendo de Bayona no me equivoqué, no obstante el problema vino cuando el director me quiso hacer llorar y lo consiguió sin complicarse demasiado. Entonces , ¿cómo debería valorar la película cuando es capaz de calarme tan hondo de hacerme llorar? ¿Y si el autor emplea todos esos tópicos porque habla de un sentimiento universal? ¿Y si el ser humano tampoco es tan complejo como parece y creyéndonos cada uno seres totalmente individuales no somos más que múltiplos de un inconsciente colectivo?

Este mismo debate aplica a Undertale, mientras que un tercio de los jugadores lo ven como si fuese la llegada del segundo mesías, hay algunos pocos elegidos que lo ven como un título de jugabilidad pobre, puzzles muy poco inspirados y un humor más bien infantil que no acaba de convencer. Y cuando llegas al final y te quieren contar no se qué de tus actos, te parece bastante pretencioso por lo mal ejecutado que está así como le pasó exactamente a Bioshock.
Y no me quiero poner pesado con el tema de que la verdad es subjetiva y todo eso porque me paso la vida repitiéndolo como un disco rayado, pero me veo obligado a jugar esta carta una vez más. Si Undertale cae y no hay nadie ahí para escucharlo, ¿Undertale ha caído? Gracias a Dios existen los argumentos y así podemos explicar por qué nos gustan o no las cosas, pero vuelvo a repetir, todo es subjetivo, el humor de Undertale puede ser bueno y malo al mismo tiempo dependiendo de la persona. Pero, ¿quién demonios decide si un tipo de humor es bueno o malo? Esto abre un debate inabarcable sobre si es necesario poseer un conocimiento o destrezas concretas para poder juzgar una obra. ¿Es la opinión de un cinéfilo más válida que la de alguien que solo consume cine por entretenimiento? ¿Está la crítica desconectada del entorno real, del público medio al que se dirigen las obras? ¿Es una obra un fracaso cuando es lapidada por la crítica pero alabada por el público?
Afortunadamente hay todo tipo de opiniones y perspectivas para afrontar este debate y yo de momento no tengo una opinión muy bien formada. Lo que sí que puedo decir es que si alguien cuenta un chiste y todos se ríen menos yo, intentaré entender por qué les ha hecho gracia pero no conseguirá hacerme reír. 

Y con todo este royo que he contado llegamos a Death Parade, que no está incluido en mi entrada anterior porque no considero que alguno de sus aspectos o su totalidad supongan algo lo suficientemente destacable como para que yo puedo pensar que le pueda gustar  alguien. Razones que puedo argumentar, pero no me quiero centrar en eso.
Paradójicamente de lo que menos voy a hablar es de Death Parade, ya que es un anime cuya ejecución deja mucho que desear, tiene un formato episódico cuyos arcos argumentales son bastante pobres, abren debates que no plantean bien y tampoco desarrollan, los personajes -sobre todo al final de cada arco- rompen con razonamientos que no tienen ningún sentido , etc.
No obstante el final del anime plantea unas conclusiones muy interesantes y emotivas además de que están bastante bien dirigidas. El ambiente del Quindecim con ese piano de fondo y esos colores tan vivos junto con un diseño de personajes cautivador, sumados a una banda sonora y un opening excelentes, consiguen que el clímax funcione rotundamente bien. Su forma de celebrar la muerte y la vida es excelente y casi se me hizo imposible no llorar con ese final.
Y cómo no, tengo que hablar un poco del final. La conclusión planteaba un dilema bastante trillado, lo típico de (léelo con voz de hastío) ''si puedes volver a la vida matando una persona aleatoria, ¿lo harías?''. La protagonista tiene la respuesta muy clara, con esa premisa decide pulsar el botón, pero una vez el mecanismo lleva mitad de recorrido recuerda la lección tan valiosa que ha aprendido durante esos días en el Quindecim:

La muerte es dolorosa para los que están vivos pero lo es todavía más para los que mueren. Hay una miríada de sentimientos que se han perdido, cientos de cosas que tanto el vivo como el muerto les habría gustado expresar. Todo lo que llevamos en el corazón y decidimos no compartir se convierte en secretos que se pierden en el vacío cuando morimos. Ese dolor es incalculable y lo sabemos muy bien aquellos que hemos perdido un ser querido repentinamente. Por eso cuando ella decide no pulsar el botón porque considera que es injusto tener un derecho que le ha sido arrebatado al resto, simplemente me dejó devastado.
Y qué hablar de cómo trata el suicidio desde otra perspectiva, esa forma de autoarrebatarse ese privilegio que tenemos las personas de compartir nuestros sentimientos con alguien y dividir ese dolor para poder aligerar la carga y seguir avanzando. Qué ingenuos somos de pensar que no nos quiere nadie, que no conseguimos conectar. Qué insoportable sería poder ver a través de una pantalla cómo de devastados quedarían nuestros familiares ante nuestra muerte premeditada. Qué débil e ingenuo es el ser humano.

¿Y qué tiene que ver todo lo que he contado en los primeros párrafos con Death Parade? Es sencillo, podríamos decir que es un chiste macabro que probablemente no le vaya a hacer gracia a nadie, no obstante a mi me ha hecho reír y llorar a partes iguales.






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